Eric Ward @ericjamesward

M de momento, M de mirada

Momento. Se trata de una palabra desgraciada y contradictoria. De las más contradictorias diría yo. Momento se refiere a un presente que siempre es pasado. Es como tomar una foto. Ese momento fue presente durante un segundo, para luego ser pasado para siempre. Lo grande del momento es que puede ser re-cordado, es decir, puede volver a pasar por el corazón.

Quisiera contar al lector un momento. Un momento memorable. Resulta que hace un par de días conocí a una chica. La primera impresión fue que se trataba de una chica sumamente ordinaria. El lector exquisito se preguntará por qué escribo sobre una chica ordinaria. Quizás porque las cosas ordinarias son las únicas que nos pueden hacer  «volver a la vida» en momentos ordinarios.

Su rostro era gentil y agradable, afilado y delicado. Podría parecer una de esas esculturas de mármol que vemos en los museos. Su piel, se antojaba a tibio terciopelo. Quizás el lector piense que he caído en una especie de contradicción. ¿Cómo una chica ordinaria puede ser descrita de esa manera? Cuando digo ordinaria, quiero decir que esa fue la primera impresión que me llevé de ella a «primera vista». Solamente vi su rostro de perfil y, aunque era bonita, no era recordable. Como una Barbie más en el estante del área de muñecas. Y digo ordinaria, a demás, por el tono de su voz. Se trataba de una voz delicada y débil, aguda pero suave. Una voz que parecía pedir permiso constamente para romper el silencio. Esa fue la primera impresión de su existencia.

A los diez minutos la había olvidado ya. Hace varias semanas de esta «primera vista». Posteriormente tuvieron lugar otras «segundas y terceras vistas», sin nada que recordar. Lo único que me sorprendió fue la primera vez que la vi de pie. Me explico. Ya la había visto andar, pero nunca habíamos estado «al mismo nivel». O yo estaba sentado o ella lo estaba. Aquella vez, estando yo de pie, se levantó y pude comprobar que era más alta que yo. Me sorprendió: ¿Cómo es posible que una chica Barbie así sea más alta que yo? Quizás mi orgullo masculino se vio ligeramente herido.

Pero a lo que quiero llegar es a lo que pasó hace un par de horas. Ella tuvo un detalle insignificante conmigo. Mera educación quizás, pero es de buen nacido ser agradecido. Me acerqué a agradecerle.

Pronuncié mi breve intervención sin saber lo que iba a acontecer (un acontecimiento interno del que solamente el lector y yo tenemos constancia). Levantó los ojos hacia mí. Sonrió dulcemente y me miró. No recuerdo exactamente lo que dijo. De hecho, en ese momento, lo olvidé todo. Olvidé incluso su encantadora y resplandeciente sonrisa. Olvidé lo que iba a hacer después. Olvidé que el tiempo pasaba y el segundero corría implacable. Olvidé mi nombre, mis problemas y mis miedos. Olvidé dónde estaba y dónde quería estar. Lo único que no olvidé, y que no podré olvidar, fue su mirada.

No hablo de su «mirada» en general. Hablo de esa mirada de ese momento. Hemos cruzado miradas varias veces después e incluso antes. Yo hablo de esa mirada que ocurrió ese día a esa hora. Esa mirada que permanece grabada en mi alma. Esa mirada que me perdió en un mar de tonos verdosos. Esa mirada de ojos ordinarios y especiales. Esa mirada de ojos profundos y superficiales.

El tiempo se detuvo (y se sigue deteniendo hasta ahora). Una parte de mí se econtró sumergida en un mar cristalino y lleno de vida. Un mar que no tiene fin. Rodeado de tranquilidad, bañándome en esa tibia paz, me sentí renovado. Pareciera como si hubiese estado andando por valles de sombras, por montes escarpados, bajo un sol abrasador, atacado por fríos vientos implacables y tormentas infernales, y que, después de meses en esas condiciones, me hubiese encontrado con un oasis. Un lugar donde pude sentirme feliz. Donde pude descansar el espíritu, al menos por unos segundos. Ese momento se convirtió en un elixir que me hizo «volver a la vida».

Es sorprendente lo que una mirada en un momento puede conseguir. El momento de esa mirada se ha convertido en un «lugar seguro» al que puedo acudir cuando tengo que renovarme. Lo sé, fue algo extraño y peculiar. Precisamente por ser extraño y peculiar, se convierte en un momento único y digno de ser re-cordado.

No recuerdo cuánto tiempo duró el intercambio de frases, pero cuando volví a la realidad eché a andar. Me alejé de esa chica ordinaria. No recordaba gran cosa. No recordaba qué había hecho durante toda esa mañana. No recordaba ni siquiera su nombre. Lo que sí recordaba, y nunca olvidaré, es esa mirada de ojos verdes. Aquella mirada de aquel momento no la olvidaré jamás. Ese momento lo podré recordar siempre que necesite «volver a la vida».

3 comentarios en “M de momento, M de mirada

  1. Qué bonito, y que gran verdad. Hay miradas que te transportan, que te llenan, pero a veces estamos tan ocupados viviendo tan deprisa que se nos pasan de largo. Un gran blog, un saludo

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