Es más fácil ver la verdad en lo que no es real, que en lo que es real. Es más fácil entender qué significa la alegría o la tristeza, la humanidad o el bien cuando los vemos en una peli, en un libro, en una obra de teatro, en una serie,… que cuando los vemos en nuestro día a día. Es curioso. Si no os habéis dado cuenta de ello, os reto a comprobar si estoy en lo cierto.
No es la primera vez que hablo de Blade Runner 2049. Quizás tampoco sea la última. No voy a contar la trama de la película ni voy a hacer un comentario crítico. Simplemente quiero compartir una de las cosas que me parecen dignas de ser compartidas.
Dying for the right cause is the most human thing we can do
Morir por la causa correcta/adecuada es lo más humano que podemos hacer
Esta maravillosa frase sale de los labios de una replicante (androides que imitan al ser humano en su aspecto físico y en su comportamiento, llegando a ser indistinguibles). La pronuncia delante de una tropa de los suyos tras descubrir que una replicante ha podido concebir y dar a luz. Ello conlleva que ya no pueden ser tratados como esclavos de los humanos, estando dispuestos a alzarse en revolución. No voy a abordar el debate que esa trama concreta acarrea. Simplemente, me maravilla la verdad que se esconde en esas deliciosas palabras.
Morir por la causa correcta/adecuada. ¡Qué lejos estamos de emocionarnos por esa frase! Hoy, a nosotros, ya no nos emociona, no nos llama, no nos interpela «morir por algo». De hecho, escuchamos «morir» y en seguida apartamos la mirada. NO nos interesa la muerte. Sobre todo si es la nuestra. Morir es algo horroroso. Algo que no queremos. Algo que atenta contra lo más valioso que tenemos: la vida. Y, sin embargo, morir es la única certeza que tenemos.
Morir por algo suena a peli épica o libro de caballeros medievales. Parece algo anticuado. Algo que se asocia a valores muertos para el humano de hoy, como el honor, la verdad, la coherencia y la fe. Aparentemente nada de eso tiene sentido. Y digo aparentemente porque las apariencias engañan.
Si pudiésemos hablar de morir por alg o por aguien, eso significaría que valoramos algo por encima de la propia vida, por encima de nosotros mismos. Ahora lo entiendo. Resulta lógico que no se nos ocurra eso de «morir por», pues lo más valioso para nosotros mismos es… nosotros mismos. NO hay nada más allá. Para las personas de nuestro tiempo no hay diferencia entre el significado que le damos al mundo que nos rodea, a lo absoluto (dios) y a uno mismo, porque resulta que son lo mismo. Cada uno se ha convertido en su propio dios, en su propia definición de sí mismo, y se ha atado a su propia visión y comprensión del mundo.
Pasando las páginas de la historia, podemos leer con curiosidad cómo las personas fueron capaces de morir por una idea, por una libertad, por una religión, por una verdad, por una igualdad, por un dios, por una justicia, por un bien, por su familia, por amor. Hoy en día, eso es muy difícil. ¿Quién está dispuesto a dar la vida por la libertad? Creo que no conozco a nadie. Conozco a muchos que dicen luchar por «su» libertad. ¿Quién está dispuesto a morir por el bien? No estoy seguro de si hay muchos, pero veo bastantes que gritan en favor de «su» bien. A veces el defensor de la justicia se defiende a sí mismo por encima de defender a la justicia. ¡Qué fácil es ver a alguien que se defienda a sí mismo por encima del interés al que dice defender!
Sin embargo, la pregunta permanece ¿Cómo es posible que dar la vida por algo pueda ser lo más humano que alguien no humano pueda hacer? Es decir ¿Por qué dar la vida en favor de alguien o de algo puede ser un rasgo propio de «ser» un humano? Creo que está relacionado con eso de reconocer que algo nos importa más que nosotros mismos. Creo que el secreto está en esa capacidad que tiene el ser humano de pensar en el bien de otras personas. Se trata de ese maravilloso milagro que las personas postmodernas ignoran: salir de uno mismo. Es un viaje arriesgado, pero dicen que vale la pena.
Intuyo que el que sea capaz de dar la vida por una causa o por una persona, es consciente de lo que pierde (la propia vida) y del valor de lo que sacrifica (es invaluable). Haciendo esto, le da el mismo valor a la causa o a la otra persona (valor invaluable). Al final, es una entrega de uno mismo en favor de la supervivencia de una causa o en favor del bien de una persona. Resulta ser el mayor grado de implicación o de afecto.
En mi opinión, todos «morimos por» algo o alguien siempre. No digo que nos muramos como tal, sino que hacemos cosas o acciones que implican una cierta entrega de uno mismo. Una mini muerte, digamos. Como cuando unos padres se preocupan y se vuelcan por un hijo enfermo. Como cuando alguien no va a un concierto que quería por escuchar a un amigo que lo está pasando mal. Como cuando alguien soporta burlas por ser fiel a sus principios. Como cuando alguien pone a retaguardia su propio ego por el bien de un equipo de trabajo.
Todavía quedan muchas preguntas por hacer y muchas respuestas por encontrar. Una de las más inquietantes es ¿Cuál sería una causa correcta/adecuada? Pero, eso es otro tema. Ojalá sigamos muriendo cada día por esas causas y por esas personas que valen la pena y, nunca mejor dicho, que valen la vida.
INTERESANTE
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