Microrelato
Sus ojos eran un libro cerrado. Tan cerrado que parecía lleno de belleza, misterio y asombro.
Vulnerable. Muchos capítulos han pasado desde que una mirada logró sellar su esencia en mis páginas.
No sé qué habría pensado de mí. ¿Que mi tapa estaba desgastada? ¿Que mis páginas estaban desordenadas? ¿Le daba igual? No me importaba. Ella estaba ahí.
Sin pensarlo demasiado salí apresuradamente. Una larga calle. Izquierda… Derecha…
– ¡Joder! ¡Qué decepción! – Aunque tampoco iba a hacer nada. No me iba a atrever. Solo se sumaría a esa lista de libros por leer.
Pero no pudo haber ido muy lejos. El aroma de su tinta había dejado un rastro.
A penas di dos pasos. Me detuve. Ella caminaba en dirección opuesta. No levantó la mirada de su móvil… y entró de nuevo. Vaya… ¿Y ahora qué?
Ese libro cerrado parecía más cerrado que nunca. Quizás no quería ser leído. Quizás quería ser pedido. Con el carné de la biblio en mano, di un paso al frente.