Vamos a romper corazones

Romper. Es una palabra fuerte. Romper es separar con más o menos violencia las partes de un todo, deshaciendo su unión. Sí, definitivamente romper es una palabra fuerte. Y creo que su fuerza crece cuando se refiere a algo que apreciamos casi por encima de todo: nuestro corazón. Sí, definitivamente romper corazones es algo muuy fuerte.

Instintivamente, cuando escuchamos esa frase, nuestro corazón se encoje. A nadie le gusta que le rompan el corazón. Eso duele. Sin embargo, yo digo que esta noche salgamos a romper corazones.

Suena doloroso. Parece cruel. Pero es necesario. ¡Vamos a romper corazones ya!

Entiendo que el lector esté pensando que quizá me estoy volviendo loco o que me está dando un derrame cerebral o… que alguien me ha roto el corazón y estoy sediento de venganza. Bueno, damas y caballeros, lamento decepcionaros. Ninguna de las tres opciones es correcta.

Creo que romper corazones es algo bueno y necesario para la felicidad del ser humano. Creo que alguien que no tiene el corazón partido en varios trocitos no puede alcanzar la plenitud. Creo que es urgente en este mundo en el que pululamos que rompamos corazones a diestra y siniestra.

Sobre todo, hace falta romper el propio corazón. NO estoy incitando al suicidio emocional. Estoy hablando de abrir la posibilidad a quitar la etiqueta a nuestro corazón y empezar a usarlo. Y al ponerlo en marcha existe la posibilidad de que se estropee y se rompa, pero más posibilidades hay de que valga la pena el intento. Al final, lo que crece se suele romper para reconfigurarse con su nuevo tamaño ¿No?

Es curioso cómo en esta sociedad individualista nos preocupamos tanto por que todo sea fácil, por que todo parezca perfecto, por que siempre estemos pasándolo bien. No sé si como consecuencia, pero al menos sí como daño colateral, se nos ha olvidado que significa vivir rodeado de otros seres humanos. ¿Qué tiene que ver esto con lo otro? Ahora me explico.

Cuando nos encontramos con otras personas, podemos enfrentarnos a la situación de dos maneras que se manifiestan de muchas formas. Por una parte, podemos interactuar con ellos en modo «seguro», protegidos en nostros mismos para no arriesgar. Por otra parte, podemos salir de nuestro armario interior y arriesgarnos a conocer y dejar que nos conozcan.

Sin embargo, cuando me refiero al corazón, no quiero hacer referencia a un concepto que implica el sentimentalismo más endeble y pasiones incontroladas. Este término incluye nuestra afectividad, nuestros sentimientos, nuestras emociones. Es decir, esos movimientos internos que nos dan la posibilidad de responder al mundo que nos rodea.

Nosotros, como seres humanos, somos capaces de conocer cosas y de querer cosas, capaces de sentir. Los acontecimientos y las personas que entran en contacto con nosotros, nos tocan, nos hacen sentir, y somos capaces de elaborar una auténtica y adecuada respuesta. Por ello, podemos enternecernos, entusiasmarnos, arrepentirnos, estar agradecidos,…

Necesitados. Somos seres necesitados. Solo en la necesidad podemos ser felices. Solo en la necesidad podemos ser el uno para el otro. ¿Quién sabe lo que es tener una vela para iluminar, sino quien vive en la oscuridad? ¡Cuántas veces pensamos que las amistades, los lazos, el amor, se basa en las cualidades y virtudes! ¡Qué error!

Si mi amistad se basara en que alguien es un artista, en cuanto encuentre a un mejor artista nuestra amistad acabará. Si nuestro amor se basa en la belleza, en la inteligencia, en la astucia o en la bondad, entonces cuando encontremos a alguien mejor…. ¿Qué nos queda? Siempre va a haber alguien mejor en todo lo que hagamos.

Crear vínculos solo puede basarse en aquello que permanece. En aquello que es propio y que tendremos toda la vida. Ese entrelazar esencias, la comunión de seres se da en el vacío. El vacío per se requiere ser llenado. La debilidad requiere fortaleza, el miedo requiere coraje, la desesperanza y sinsentido requiere esperanza y sentido.

Los verdaderos lazos se crean en la necesidad. Si caminamos juntos es porque uno es ciego y el otro es parapléjico. Juntos pueden avanzar. Uno lleva al otro y el otro guía al primero. Solo nuestras deficiencias, nuestros desafíos, nuestros vacíos son los que perduran y los que crean lazos verdaderos.

Lo difícil en el amor es enamorarse de los defectos, miedos e inseguridades del amado. Porque remite a la propia esencia de cada persona. Esa esencia porque da vértigo porque es terreno sagrado.

Evidentemente esto representa riesgo. El mayor riesgo posible al que se enfrentan los seres humanos. El riesgo a mostrarse vulnerable y ser rechazado. El riesgo a mostrarse tal cual se es y no ser amado. El riesgo de ser quien se es y ser atacado. Las posibilidades de morir son muchas, tantas como las posibilidades de vivir de verdad.

Muchos no se atreverán a tomar ese riesgo. Muchos se quedarán sentados, detrás de su propia fortaleza de soledad sin haberse dado la posibilidad de ser heridos y de ser dichosos. Se requiere coraje y constancia.

Probablemente seremos despreciados.

Probablemente seremos traicionados.

Quizás eso hará que dejemos de intentar.

Quizás eso haga que nos cansemos o que nos volvamos a refugiar en el interior.

No lo permitamos. Solo un corazón roto sabe amar. Solo un corazón roto va a ser capaz de ser feliz algún día.

Al final, lo que crece se suele romper ¿No?

¡Ay de aquel que rompa corazones! Pero dichosos esos corazones rotos porque encontrarán la felicidad.

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